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Estoy profundamente agradecida por la invitación de la Ely Neira a leer en el ciclo de poesía de mujeres PIEL CANELA. De verdad fue realmente encantadora la lectura. El espacio fue acogedor, la oncecita fue riquísima, el audio perfecto, la animación, impecable y entretenida, la compañía realmente espectacular.

Fue re grato no leer en una borrachería, ni en un encuentro de poesía. Fue bello leer con tanta luz y leerle a gente sobria, sobre todo porque lo que leí fue un texto inédito y que dice cosas que a mi me importan sobremanera pues no habla de ficción ni de generalidades. Y hace mucho tiempo que no escribía desde mi hacia un otro. 
Creo que la lectura estuvo bien, me alegra saber que no necesito de nada más que de un micrófono para comunicar lo que me importa. Pero ojo, que el espacio también importa para eso, la gente que te acompaña en la mesa (de lectura, digo) y lo que uno supone que va a mostrar. Importa la elección del texto en relación a la situación en que va a ser leído, la elección de la ropa con que va uno a presentarse, todo importa en realidad, todo afecta para que una lectura sea buena o medianamente recordable. Para hacer que el que te escuchó no se quede con la idea de que perdió su tiempo o que no entendió nada. Al menos, yo intento que el asunto de escucharme sea lo menos doloroso posible, sobre todo porque mis textos suelen ser bastante largos. Y escritos, por lo general, para la ocasión.
De verdad que amé la lectura. Estaba lleno hasta las remierdas, había fotógrafos por todas partes (aprovecho de dar las gracias a Emiliano Valenzuela por estar y siempre estar y no dejarme nunca sola), olores exquisitos a canela, clavo de olor y vainilla, gente sentada hasta en el suelo, amigos por todas partes y con la mejor cara. Y los imprescindibles, los que tenían que escuchar, los que quería que escucharan. 
Y ojo, que el ciclo no para.
Va los jueves que quedan de Julio a las 20:00 en el café La Canela.
Maturana 208, local 3, en la plaza Brasil.

Y bueno, para los que se la perdieron, pues les dejo el poema. Que creo que quedó re lindo.




Carta en Re para la niña más linda del salón





como dos grandes orquídeas, diástole y sístole
de un mismo espejo.
                                De ustedes
se dirá que amaron la trizadura.
Nadie va a hablar de belleza.
A unas muchachas que hacen eso en lo oscuro
/ G. Rojas



Reitero en ti las ganas de besarme en el espejo,
repito la sentencia que dice que uno puede querer sencillamente a alguien
por la cantidad de palabras que sea capaz de poner en un cuaderno.
Renazco en esa idea de parecerme a ti,
impúnemente, con una mano en la cintura para tapar las marcas
que ha dejado el paso de los hombres que han salido y que han entrado
y que han pasado
ya sea naciendo o muriendo o mintiendo
por entre medio de nuestras piernas.

Relamido el beso en la ventana
que nos puso un código de barras en el pecho que dice
que seremos reconocidas por la cantidad de maquillaje
que pongamos sobre los párpados, los ojos o la boca.

(Pausa)

Recuerdo en ti a la niña de la infancia
a esa que no besé, pero por la cual
puse mil veces su nombre repetido en una hoja cuadriculada
hasta formar una secuencia.
La misma
que se recagó de miedo cuando me vio llegar
una tarde de septiembre con el pelo cortado a filo de navaja
y comprendió que el gesto fluorescente en mi sonrisa
era lo más parecido a una declaración de amor
o a una consigna
y nunca más vio tanta, pero tanta honestidad
en un ramo de flores económico y lánguido
pero feroz.

Retrato una vez más a esa niña linda
que hizo que mi mamá se pusiera furiosa
cuando nos pilló mirándonos muy cerca
los ojitos pintados con brocha
y ya no quiso que nos juntáramos nunca más

y luego de ella entonces
fue que me encerré a ver tele por tres inviernos seguidos
a la espera de un príncipe
o de un terremoto que me sacara
del escombro nupcial de la casa materna.

Retablo,
la vida pasada
no fue más que un retablo colgado en la muralla
y en el que luego de abrir la puerta
una siempre miraba de cara a la pared.

(Pausa)

Políticamente hablando
yo te digo que en personas como tú
nada más se Reafirma
y se mata de un disparo de metraca
en medio de la frente a los perseguidores que tratan de hacer
que un beso sea al fin de cuentas un estilo de vida
que nada tiene que ver con el ejercicio de quererse mucho.

Como una balacera entonces Remata el Redoble de disparos
que Retumban como lluvia
y que opacan el Ronco Ronroneo de las voces
de esos hombres que se pusieron tras la puerta a mirar
por la ceguera del cerrojo y luego de aburridos
la empezaron a patear de lleno en el dintel para meterse corriendo
a golpearnos con una cachetada en la bajadita del culo
como si fuéramos pendejas o estrellitas del porno.

Recuento:
La violencia, el reto, la argolla, el juego, la casita de muñecas.
La placenta, el cordón umbilical, el carné de consultorio, la leche, la mucha leche
y la nata que hicieron los asesinos.
Los zapatos sin tacón, la vida misma, la comodidad y la incomodidad del vestido,
el rollo de más, el rollo de menos, la patria interior, la almohada de plumas.
La maternidad, la feminidad, la voracidad, la fiesta,
nuestro llanto a mitad de la noche que nadie quiso escuchar,
eso negro que habita detrás de las puertas,
la escala sin luz,
la caminata al metro con una sola sombra.
La soledad, güeóna, dime
qué sabe la gente de la soledad?

(Pausa)


Igual que Silvio yo puedo decirte que
Me han estremecido un montón de mujeres,
            de fuego,
            de nieve.          Y que desde el texto,
desde la página rotunda y sanguinaria fue que me quedé contigo
en lo del verso y en la amplitud del habla.
Rima consonante tus ojos y mis ojos puestos de frente,
Rima consonante el recuerdo que nos hizo cotejar
las mismas historias que se nos repiten y que cuentan
de esas noches de adolescencia en las que quedamos
con los pantalones a medio poner o  medio sacar, nunca se sabe,
y tendidas sobre un sofá incómodo
y, por qué no decirlo, cayendo una vez más
y otra vez más en el error de creer en la palabra de hombres
que dejaron una promesa puesta en bandeja
sobre una roca a mitad de la noche.

Y es que no te miento que fui Baquiana
y que crucé más de una calle sin mirar a los lados antes de conocerte.
No te puedo negar que cometí el error
de besarme duramente con alguien que se pudo parecer a ti
pero que no eras tú y en ella me equivoqué, lo sabes.
Pero te confieso güeona, y no le cuentes a nadie
que me había equivocado tanto y pero tanto
que lo de llegar vestida con carita de sirena a tu canción
fue nada más que el gesto de decirte
que la apariencia es la muda consejera de una razón
que no sabe nada en realidad
del paso de las estaciones.

La cuestión es que de repente en vos me vi a mí
pidiendo que el amor quedara intacto
porque ni casorio ni pancarta entre nosotras
sino fidelidad de esa que se marca
con una aguja en la punta del dedo
para sellar en una noche
el dibujo de ese recuerdo que jamás se borrará
ni se omitirá de la biografía interna y silenciosa.

Pero te insisto, no le cuentes a nadie
para que nadie sepa que no somos lo que creen
que no somos la niña más cool del barrio.
Mantengamos la ficción para que se sigan pajeando.

(Pausa)

Rictus religioso:
Hijas las dos del bautismo,
madres de un niño nacido del dolor y del desgarro,
fábula las dos de la casita de muñecas
como Silvia Plath es que a veces nos quedamos mirando el horno
para ver si es que podemos por él
meternos al mundo de otro mundo como Alicia.

Pero no. Una que va y se maquilla en posición de María.
Una que va y se cubre la cabeza con una manta de castilla.
Una que va y atraviesa el desierto
para llegar a Santa María de Iquique porque confía.
Pero no.

Y dale con pasar cada mañana las canutas,
y dale con lo de la colegiatura
y dale con toda esa montaña de ropa
que viene a nosotras como Mahoma.
Y dale con lo del cigarro a la salida de la cocina
y dale con lo del calzoncillo vencido y con un dejo de dolor.

Rezo en lengua muerta por nosotras
que aprendimos a vencer la humanidad
de una turba de monaguillos que perdieron el habla
a la salida de la iglesia cuando declararon su amor
con la pija dura
y con los ojos llenos de risa.

Con las manos juntas entonces
fue que aprendimos la diferencia entre violencia y amor,
entre beso y abrazo,
entre fatalidad y risa,
entre compromiso y cariño.

Pero claro, como diría la Vero Jiménez,
nada tiene que ver el amor con el amor.

(Pausa)

Y bueno, ya comienzo a despedirme.
Yo nada más quería dejar constancia de que junto a ti
y que de un día para otro aprendí que una puede
cagada de la risa
dejar de ser
lo que los demás pretenden o exigen
a golpes de puño sobre la mesa.

Reitero entonces el Re de esta carta.
Repito el corazón, repito la falta de rigor en la economía,
repito el desuso a la norma.
Recaigo en lo que por primera vez no fue un error.
Reniego de la mayúscula que le pusieron a la palabra Desapego.
Reto a duelo y rompo contigo la nariz
de los sicofantes que acusaron el vestido de lascivo
sólo para levantarlo y mirarnos
privilegiadamente las piernas.

Recuento mis pasos,
sumo los tuyos,
saco un papel y anoto la cantidad de veces
que pisamos en la misma parte
y con misma medida de pantys y tacones.

Rezo en silencio un gracias
porque sé que nos veremos hasta la muerte
metidas, tú y yo
en este ejercicio de escritura que no acaba
en jubilación a los 60 años
sino en seis metros bajo tierra
cuando la boca
se niega a decir otra palabra que muerte.

Remato en enumeración caótica
las cosas que nos tatuaron en silencioso blanco
sobre la comisura de los labios y digo beso,
acuartelamiento, digresión, protesta, maternidad, fidelidad,
pacto, cortauñas, ligazón, ejercicio, duelo, furor, minifalda,
ojo ciego, tragaluz, digo presencia,
digo insistencia,
digo que nada en el día a día puede más que un claro de burdel
cuando nos pilla el alba
bailando hasta desfallecer sobre una cama
en frente del hombre que uno ama,
digo canción, figura, cuadro plástico,
digo frecuencia, digo palabra que el mundo es un ejercicio hermoso
una vez que dejas de salir a la calle con la mirada puesta en el piso.

Digo que nunca más
pondremos la mano para tapar el maquillaje
porque feroces y bellas
inundaremos la ciudad con un enunciado de portaligas
que escriba futuro a cambio de esa tonada de llanto
con que se vive adentro de un corsé
o adentro de un lavavajillas.

Relinda, ya es tarde,
vete a la cama
vuelve a dormir
porque la mañana se acerca y los niños
ya vienen a aparecer con su sonrisa de fauna
y de revolución
en que seguimos siendo bellas, inmensamente bellas
y atroces.

Hasta mañana
hasta más tarde
hermana mía
hasta la victoria siempre.



No sé si vaya a publicar este poema en alguna otra parte que no sea esta página. Por lo mismo, los cortes de los versos están adecuados a mi respiración (distinto escribo un poema para ser leído en público y cambian a la hora del papel, es una estrategia para no equivocarme) así que si hay figuras no muy agradables a la vista es nada más por eso y es que todo vale por el show... o no?

Ojalá que les haya gustado.

Escrito Angela Barraza Risso

Angela Barraza Risso (1984). Escritora, editora y entrevistadora. Es encargada de prensa en la Cofederación Minera de Chile (CONFEMIN) y editora de prensa y entrevistas en Fisura.cl y LecturasCiudadanas.cl. En 2011 publicó el libro CHILE. Junto con Arturo LedeZma es creadora de los proyectos Editorial FUGA y del ciclo literario Los Desconocidos de Siempre (LDdS)
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