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Jajajajajajaja, no es verdad la foto, nada más la puse para captar la atención de unos cuantos navegantes, pues mi ritual obligado no consiste en esto, sino en visitar el Cementerio General cada cierto tiempo. Supongo que necesito tomar un poco de aire, alejarme un poco del ruido de la ciudad, tomar conciencia de la cantidad de nombres, que hay grabados en lápidas, y que ya no se recuerdan, para entender que aún me queda tiempo para hacer algo que de verdad le importe a más gente que a mi familia y mis amigos cercanos.

Y como es un ritual obligado para mi, grandes cosas me han pasado en ese lugar, por ejemplo, recuerdo que celebré allá mi cumpleaños N°20 junto al Artu y que, luego de haber estado despiertos toda la noche vagando por las calles de Santiago, visitando lugares que eran importantes para nosotros, para descansar nos fuimos al crematorio a dormir un rato bajo la sombra de los árboles. Allá también realicé mis primeros hurtos, cosas sin importancia, como frasquitos (no vayan a pensar que robaba bronce jajaja) y también me gustaba sacar flores frescas de algunas tumbas y ponerlas en otras, para que los muertos compartieran entre ellos, obviamente de manera involuntaria, los afectos de los seres queridos or something like that.
También recuerdo que, la primera vez que vi el memorial de los detenidos desaparecidos, tuve sentimientos encontrados heavys, porque justo estábamos en la época en que estaban apareciendo en Argentina, algunos "desaparecidos" que no estaban muertos sino que andaban de parranda, desacreditando causas justas y dolorosas. Sin embargo, igual eran demasiados nombres los que están ahí, y aún faltan.
También recuerdo cuando vi, por primera vez, la tumba de De Rokha y cuestioné el ofício de la escritura. 
En el cementerio también conocí a mi amigo Crisián Niedbalsky. La gracia de él, es que  es "El Monje" que hace los tours nocturnos en el cementerio y no me hubiese imaginado jamás, cuando hicimos el tour, mi hermana, mi suegra, mi mejor amigo, el Artu y yo, que tres años más tarde, o quizás más, me convertiría en profe y amiga del tremendo personaje que teníamos al frente, guiando a más de 100 personas por el cementerio ,en una noche tan fría. Gracias a él fue posible que visitara el cementerio durante la noche en 4 oportunidades más y en grupos de un máximo de 10 personas (esas experiencias si que fueron hermosas, pues fuí con mis talleres. Una en particular fue la más bella, pues estaba con los chicos del 7 y del Lastarria y estaba lloviznando).

También en ese cementerio está enterrado mi abuelo, una de las experiencias más heavys por lo que significaba él en la familia (y eso da para otro post). El asunto es que en ese proceso me di cuenta de que tenía corazón para hacer cosas que jamás se me hubiesen ocurrido, como tomarle fotografías en su proceso de agonía, de muerte, velorio y entierro, en pro de mi trabajo escritural y fotográfico. También como registro de un momento que no puedo olvidar.
Por ejemplo, en esta foto aparece mi abuelo 2 días antes de su muerte, en su cama del asilo de ancianos junto a mi abuela, quien después de su muerte anda medio extraviada en sus recuerdos y busca constantemente a una guagua.

Acá una toma más cercana de mi abuelo, quien, en su juventud fue un luchador de Cachacascán (Catch-as-catch-can) en el teatro Caupolicán. El indio Lautaro era su "nombre artísico" y fue bastante famoso en sus años de gloria.



Acá ya aparece mi abuelo en su cajón, en la tapa había una foto de cuando era jóven y a pesar de todo lo que hizo, en verdad había muy poca gente en la iglesia. Los discursos no fueron muy emotivos que digamos y, lo peor es que "como la niña es poeta" me pidieron que hiciera el discurso para decir en el funeral, siendo que no compartí mucho con él y crecí amedrentada por las terribles historias familiares, en las que su participación es aterradora.


Pero como no hay muerto malo, tuve que apelar a su gran gestión social en la población en la que vivía, pues era genial en sociedad. Les enseñaba judo (era cinturón negro) a los niños del barrio, creó el primer pozo de agua, instaló la primera gruta de la vírgen cuando el sector en que vivía era un villorrio (curiosamente él era un católico devoto, una vez practicó hasta un exorcismo jajaja y murió como evangélico o testículo de jeováh, quién sabe) y bueh! había harto que decir para dejar contenta a la gran cantidad de gente que llegó hasta el cementerio. Pero para mi fue una situación demasiado extraña, ver a mi madre y a mis tías, quizás esperando que dijera algo bueno o algo falso, cualquier cosa.
Estas 4 fotos forman parte de un archivo de más de 70 y aún me estoy jurando que haré algo con ellas. El problema es que cuando se acerca la fecha de la muerte de mi abuelo, que sería el momento medianamente propício para hacer algo, estoy pensando en mi hijito menor, pues mi abuelito tuvo a bien morirse EL DÍA DEL CUMPLEAÑOS DE MI HIJO!!! jajajajaja.

Finalmente lo último memorable que me pasó en el cementerio fue la Perfo que hicimos, junto a mi taller Voz por las Manos, en memoria de los ejecutados políticos del patio 29, para el 1 de noviembre del año pasado. Estuvo bellísima, fue una experiencia hermosa a pesar de todo lo que pasamos antes de ejecutarla, del calor, la espera eterna, de que me senté en un chicle deterrido y cagué mis pantalones favoritos, del lienzo que nos quedó horroroso, de los pacos y el sustito que pasamos, de todo.

 
 
Y luego, los que nos quedamos un rato más, nos fuimos a la tumba del amigo piedra, nos sentamos en el círculo de pasto que hay en el centro de ese espacio y, tendidos en el pasto, comenzamos a declamar pormas del Canto del Macho Anciano a toda voz. Franco se paró arriba del monolito a declamar. Camilo leyó un poema a la Winétt de Rokha que está en la misma tumba y, cuando nos fuimos a casa, caminamos por independencia cantando a todo pulmón "El Pueblo Unido". Ese día fue perfecto. 
Uno de los más bellos.

Hoy voy con Alessa (una alumna y amiga), nuevamente al cementerio, supongo que a visitar todos los lugares mencionados y otros tantos (lo que significa el cementerio completo jajajaja) y a ver qué pasa.

Escrito Angela Barraza Risso

Angela Barraza Risso (1984). Escritora, editora y entrevistadora. Es encargada de prensa en la Cofederación Minera de Chile (CONFEMIN) y editora de prensa y entrevistas en Fisura.cl y LecturasCiudadanas.cl. En 2011 publicó el libro CHILE. Junto con Arturo LedeZma es creadora de los proyectos Editorial FUGA y del ciclo literario Los Desconocidos de Siempre (LDdS)
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3 comentarios

  1. Hola Angela: A pesar que no me gustan los cementerios, me gusto mucho tu articulo. Y no es que me asusten (los cementerios no tus artículos jejeje),lo que pasa es que me parecen un desperdicio de terreno en el cual se podría hacer un buen parque. Sin embargo hay mucho para aprender y reflexionar en estos camposantos plagados de complejos panteones y tumbas anónimas olvidadas por el polvo del tiempo. En fin..., es cuestión de convicciones y creencias.
    Un ciberabrazo de Luz para vos y la Emili.

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  2. Esto quedó lindo, si decir "lindo" es apropiado.

    Seriamente, no hay lugar como un cementerio.

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  3. Puta Alejandro... si lo egípcios hubiesen pensado lo mismo te imaginas?? Pa mi los cementerios son un constante recordatorio de que aún hay tiempo de hacer cosas y de que tienen que ser importantes o vamos a quedar nada más como un nombre grabado en una piedra como único vestigio de todo lo que fuimos. Y si la familia no paga la tumba, nada más espera la fosa. Too bad!!!
    Además son un tremendo reflejo de la idiosincrasia de las ciudades y pueblos a través de la historia. Uno puede encontrar desde esculturas hermosas, hasta nombres divertidísimos. No es lo mismo un cementerio del norte, con flores eternas de papel, que un cementerio de lolol, lleno de flores plásticas, o un cementerio en Valparaíso, con vista al mar y flores naturales. Y así. Hay mucho que ver y conocer en los cementerios. Son un gran aporte en verdad.

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