Hablé tantas veces sobre este momento. Fueron decenas de veces en las que en mi afán de entender y explicar el periodismo como un apostolado -sobre todo cuando se tiene una especialidad, que te lleva a estar atento 24/7- le dije a los colegas más jóvenes que llegaban a la redacción que, si esperaban llegar a alguna parte, debían estar atentos todo el tiempo. Que debían emborracharse lo suficiente como para poder desarrollar una nota en caso de emergencia.
Mi ejemplo siempre era el mismo: "¿Y qué pasa si se muere Fidel Castro un viernes a las 3 de la mañana?" "¿Vas a dejar que otro colega haga esa nota porque estás en pedo? ¿De verdad te vas a perder la posibilidad de informar algo tan importante porque estabas carreteando?".
Lo cierto es que este ejemplo me pasó, justo el 11 de septiembre de 2015.
Como todos los 11 de septiembre -caiga el día que caiga- el ritual es el mismo: Comprar un vino tinto, poner velas en la ventana o fuera de la casa según sea el caso y donde esté; poner una selección de música que incluye desde Sol y Lluvia, pasando por Inti-Illimani, Illapu; obviamente le lleva Quilapayún, incluidos también Silvio Rodríguez y Milanés.
Es una noche de reflexión y de análisis, que termina en una tristeza profunda y en un llanto reparador por todo lo que pasamos para llegar justamente donde estamos.
Sin embargo esa noche, cuando las lágrimas ya llegaban y el sopor del vino hacía lo suyo, me llamó un compañero de la redacción: "Angela, weón, se murió "el Ronco", ¿la nota la haces vos o la hago yo?". Lo primero que pensé fue en mi claridad y en mi motricidad para sacar la nota lo antes posible.
Sin embargo, mi respuesta no esperó ese proceso mental y sonó lejana, pero segura: "Por supuesto que yo la hago. Llevo años hablando de lo mismo. No puedo dejar de hablar de la muerte de Moren Brito y espero hablar de la muerte de todos los toruradores." Y pude darme el gusto, porque cumplí con mi propia máxima.
Pantallazo de la nota a razón de la muerte del Ronco en El Ciudadano |
Sin embargo, y a pesar de que sabía que este día tenía que llegar, no pude y creo que no pienso hacerlo: Informar de la muerte de Fidel, no tiene sentido.
(Paréntesis).
Los bríos de la adolescencia, en lo personal, me llegaron de golpe con dos sentimientos: el despertar sexual y el sentido de rebeldía. Ambos venían de la mano y se instalaron en mí como un capítulo vital que movió cada uno de mis actos desde los 13 a los 27. Esa fue mi juventud.
Todo lo que quería era cambiar el mundo y decidí que mi herramienta sería la escritura. Hice casi todo lo que estuvo a mi alcance por ello y mi deseo era conocer "La Cuba de Fidel". Por supuesto que no cambié absolutamente nada y mis actos rebeldes se concretaron en unas cuantas acciones vitales como salir de la casa paterna, escribir un libro, tener hijos, volcarme al periodismo y hablar de política y derechos humanos.
(Aclaración)
No soy comunista y nunca lo he sido, aunque traté. Pero esa es otra historia.
(Vuelvo)
Desde la irrupción de la Internet, el tiempo cambia veloz. La información está en todas partes y es una copia de la copia de la copia. Sobre la muerte de Fidel se dice lo mismo:
"El deceso se produjo anoche a las 22.29. Castro tenía 90 años... Su hermano Raúl conformó el deceso desde La Habana en un mensaje televisado... El líder de la revolución cubana... poder que debió ceder a su hermano Raúl el 31 de julio de 2006, aquejado de una grave enfermedad intestinal... etc, etc, etc."
Luego vienen, según la linea editorial y al sector político del que depende el medio, la cobertura de las celebraciones o los homenajes. ¿Para qué seguir hablando de lo mismo?
El caso es que, sentada en la tranquilidad de casa; desde Valparaíso, qué puede hacer uno sino entender este proceso como el fin de algo que, más allá de la historia, cuando miras en restrospectiva, te das cuenta de que ya no eres tan joven porque ya desaparecieron los blancos y negros absolutos. Ahora todo se difumina entre espacios que sólo están en escala de grises.
Fidel Castro junto a Malcom X |
Es curioso porque creo que no se puede informar de forma imparcial sobre la muerte de Castro. Sin embargo y, para ser justo con uno mismo, es imposible hacerlo sin dar una paja histórica que hable de la importancia de la Revolución Cubana en su momento, de la importancia del Che Guevara, de lo terrible de la dictadura de Fulgencio Batista, quien abolió la Constitución de 1940 y suspendió las libertades políticas, como, por ejemplo, el derecho de huelga. Además de establecer fuertes alianzas con los ricos terratenientes de la isla que tenían la hegemonía sobre las plantaciones de caña de azúcar y que además se dedicó a mantener una economía estancada que no hizo más que ampliar la brecha entre los cubanos millonarios y la misera del pueblo cubano.
Al centro de la foto, en cuclillas junto al cadáver, Fulgencio Batista |
El gobierno de Batista se volvió cada vez más corrupto y represivo y aprovechó su poder para enriquecerse, explotando a Cuba y realizando negocios con la mafia norteamericana, que controlaba los negocios de drogas, prostitución y juego de La Habana. Además, Batista estableció una política de censura sobre los medios de comunicación y de represión en contra de los comunistas con una violencia feroz, con torturas y ejecuciones que llevaron a la muerte a unas 20.000 personas. (No pude evitarlo. La paja histórica está en mis venas).
Fidel Castro junto a Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir durante su visita a Cuba en 1960 |
Claro que la irrupción de Castro en este escenario era más que justa y necesaria. Sin embargo, el establecimiento de la reforma agraria, al igual que en Chile, generó el principio del desastre en la economía cubana, además de la confiscación de la propiedad urbana y con ello, se fue a tierra la posibilidad de ejecutar un gobierno próspero.
Fidel Castro & Salvador Allende, Palacio de la Moneda, 1971 © Diego Goldberg |
Estados Unidos facultó al presidente para suspender toda actividad económica con los gobiernos que confiscaran propiedad norteamericana y así comenzó el bloqueo económico a Cuba. Sin embargo, eso da igual, si pensamos más tarde en el establecimiento de los comités de defensa de la revolución, con su misión atroz de "detectar y denunciar a los enemigos de la Revolución", el mantenimiento de la pena capital y las violaciones a los derechos humanos que también se cometieron en la Cuba de Fidel.
Tampoco puedo omitir en esta restrospectiva, la descripción de Castro de la vida rural en Cuba, en donde reflejaba la idea de que la homosexualidad era "una decadencia burguesa" y denunció a los “maricones” como agentes del imperialismo.
Castro explicó su parecer en una entrevista realizada en 1965:
No podemos llegar a creer que un homosexual pudiera reunir las condiciones y los requisitos de conducta que nos permitirían considerarlo un verdadero revolucionario, un verdadero militante comunista. Una desviación de esta naturaleza está en contradicción con el concepto que tenemos sobre lo que debe ser un militante comunista […] Bajo las condiciones en que vivimos, a causa de los problemas con que nuestro país se enfrenta, debemos inculcar a los jóvenes el espíritu de la disciplina, de la lucha y del trabajo.
Francamente, esto en lo personal me parece tenebroso.
Es, desde esta panóptica, imposible para mí realizar el homenaje que hubiera hecho, frente a esta misma circunstancia a los 15 o a los 23. No puedo poner en mi Facebook (como muchos lo han hecho) "Hasta siempre comandante" o cosas por el estilo.
Lejos de la arenga política, sólo puedo comprender este momento, el mismo mes en que Donald Trump resultó ser electo como presidente de los Estados Unidos y se muere Fidel Castro, como el fin de mi propio tiempo para escuchar con romanticismo "La era está pariendo un corazón", a sabiendas de que la era no parió más que el escenario en el que las personas se miden por lo que tienen y no por lo que son o lo que saben.
Un espacio en el que "lo que yo deseo" y "lo que a mí me importa" es la máxima.
Un tiempo en el que podemos "bloquear" a los que piensan distinto, porque es más fácil que llegar a un consenso, entonces la democracia pierde cada día más sentido, ya que nos importa un cuerno el voto. Hoy no necesitamos ponernos de acuerdo.
Hoy nada más damos like o dejamos de seguir y se acabó el asunto.
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