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por Angela Barraza
 fotos Mauricio Valenzuela


Creo que lo último que me hubiera imaginado en la vida, es que iba a tener a Vanessa Miller un jueves por la mañana, tomando mate en mi casa pa´ hablar de literatura. Por eso, cuando me llamó por teléfono el miércoles en la tarde, caí en un colapso de puta madre y traté de ordenar la vida, para recibir en este espacio humilde de poeta a  quien estuvo en el Show de Tinelly, en Fox life, Mega, el festival de Viña y pensando “bueno, que sea lo que sea”.


Incluso, preparé a mis hijos para su visita explicándoles que no tenían que joder porque vendría una amiga a casa que salía en la tele; que tenía que trabajar con ella y que era muy importante. Vicente, mi hijo mayor, me preguntaba en la noche que cuántas horas faltaban para que llegara la súper estrella y luego me dice: ¿o es estrella nomás? y yo, pensando en la conversación que habíamos tenido por teléfono pensaba en que algo no me cuajaba porque la sentí tan par, tan cercana y tan lejos de ese prejuicio que me había formado de los personajes televisivos y entonces le respondí que faltaba muy poco para que llegara, pero que no sabía si era estrella o súper estrella.
Pero cuando llegó todo fue la raja y fluyó como si hubiéramos sido amigas de tiempo. Se bajó de un Mazda burdeo, con un mate y su libro Crista en la mano. Con un vestido negro, corto, bien casual y una suerte de bolerito verde que le quedaba maravilloso. Unas botas de medio taco negras. Pantys transparentes, se veía guapísima con su pelo crespo y colorín, alta, de ojos medio verdosos, parecía un ángel que se mueve con una soltura digna de cualquier floridana, entra a mi casa, como si fuera la suya y entonces al fin respiré y me dije, negra, está todo bien.
Nos sentamos en el patio, porque había mejor luz para las fotos y comenzamos con la entrevista.


Angela Barraza: ¿Siendo hija de la Liliana Ross y de un productor, cómo te vinculaste con la lectura desde niña?, me imagino que tuviste acceso a obras de teatro en casa, ¿te gustaba leer?

Vanesa Miller: Mi papá si era productor, o sea, era colateralmente productor, era un intelectual en realidad. Fue el gallo que formó la Escuela de Artes de las Comunicaciones en Chile, además formó la EAC, que después del golpe de Estado la cerraron y después se transformó un poco en lo que hizo después el ARCIS, que generaron escuelas del arte de la comunicación directamente y él, lo que logró, fue eso. Documentar ese NN que fue en aquella época la tele. De hecho, Sabatinni salió también de lo que fue esa camada. Y, por mi viejo fue que tuve mucho acceso a la literatura, de hecho, mi viejo dormía dentro de una biblioteca. Mis viejos nunca durmieron juntos, de hecho, desde que se casaron, siempre mantuvieron piezas separadas y la pieza de mi papá era una biblioteca, incluso peor, porque después de que se hizo de todas las paredes bibliotecas, o sea, todos los muros eran de repisas con libros, luego fue poniendo también libros, uno sobre otro formando un camino para llegar a la cama. Y de niña me gustaba harto leer. Primero leí un libro bien waka!, que se llamaba “Violeta”, luego “El Principito” y después “Platero y yo”, Platero me rayó, rayé de chica con Platero y lo leí muchas veces y como que algo me pasó, no sé qué, me súper pegué. 

A.B: Has escrito varias obras de teatro, como: Miss Patria, Las ricuritas en LOV IS SOU MENI ESPLENDID ZING y El pequeño paraíso. Y ahora me contabas que estás metida en dos obras más. Cuéntame cómo es ese proceso de escritura.

V.M: No tengo fórmula en realidad. Ahora escribo en el Cajón del Maipo, en general salgo procastineo N, o sea, doy N vueltas. De hecho, en una de las obras que estoy escribiendo, la abro y no hago nada. Nada! Nada de nada (se ríe) o sea, termino haciendo cualquier güeá. Contesto mails, hablo por teléfono… y avanzo con la cabeza. Soy lo menos organizada que hay!

A.B: Cómo fue el proceso de tu novela Crista

V.M: Crista era un material que escribí durante muchos años y eran como 500 páginas. Cuando me fui a trabajar a FOX, en Utilísima, en el Show Vanessa de Noche que era ultra glamour (lo dice en tono sardónico), yo llegaba a mi casa en Buenos Aires, que era un departamento ultra cuico, en un barrio muy cuico. Y estaba sola y me iba a nadar en una piscina que había al lado que es olímpica, y nadaba y nadaba y nadaba y nadaba y volvía y escribía de la una y media de la noche, hasta las seis de la mañana. Que nadie me escribe, que nadie me llama, que nadie me nada. Entonces yo creo que ese libro es súper acuático, porque es como el sonido del agua todo el rato. Era estar en el agua, estar debajo del agua, es una güeá súper anfibia.

A.B: ¿Y se cumplieron tus expectativas de lo que significa publicar un libro?

V.M: Es que yo soy medio pava pa ese tipo de cosas, o sea, como que no tengo expectativas muy reales, en general, de las cosas que desconozco, y de las que conozco, a veces tampoco (se ríe). O sea, primero que nada, me sorprendió lo sectario que puede ser el mundo literario. Yo pensé que era mucho más democrático, pero lo encontré mucho más aristocrático al final del día que el teatro, porque, aunque el teatro también tenga eso de las clases sociales, pero me sorprendió que en la literatura exista.
Creo que se han vendido todos de una edición de mil, y que los que quedan son los que yo tengo, que son hartos igual, yo tengo como 100 libros. Ahora, yo creo que lo que esperaba la editora era una venta así, boom! e inmediata. Yo nunca esperé eso y me alegra de no haberlo esperado y yo no quería eso. Ella fue una gran editora en términos de dejarme hacer y apostar al libro pero  querían promocionarlo así como “la transexualización de Crista” era divertido aunque ¡una güeá ná que ver! y yo decía: Ni se te ocurra hacer hincapié en una güeá como esa, en el libro. Y la columpiaba con que querían buscarle el gancho como SQP de la cuestión y me parecía una cuestión tan idiota y tan ná que ver con el libro, y tan ná que ver con lo que yo quería del libro y, sobre todo, de lo que yo creo que el libro es, más allá de cualquier cosa, que le bajé el perfil y por eso no fue tampoco así como un batacazo, pero eso era justamente lo que yo quería, algo súper tranqui, quería entrar así como por el lado. No quería entrar por la puerta principal vestida como de quince años y quería hacerla piola.
A.B: Y ¿cómo llega Crista a las manos de Fito Páez?
V.M: Ahhh, bueno, la terminé y como iba por una editorial independiente, súper alternativo todo; y como sé que él es muy amante de la literatura, es un tipo súper enganchado con las letras, súper, pero  súper, y muy agiornado con la literatura chilena, lee mucho a Lemebel, entonces pensé, “ah, se lo voy a mandar a Fito!”, como podía conseguir el mail y estaba yo pensando en quién pudiera presentar el libro, para que fuera gente y tuviera un mínimo de difusión, entonces se lo mandé y Ah! le encantó, y lo leyó súper rápido y fue muy receptivo en buena onda, pero nada más. Todo el mundo me dice: ¿Es tu amigo? y, o sea, lo considero un amigo porque estoy súper agradecida, pero no es mi amigo realmente. No lo llamo. Recuerdo que una vez carretiamos junto a mi ex marido y a la Cecilia, a ella si la conozco, pero nada más.

A.B: ¿Tienes intenciones de seguir escribiendo?

V.M: ¡Estoy escribiendo!, pero el libro que estoy escribiendo ahora es como súper demoníaco (se ríe) y por eso le tengo pánico, te juro, lo abro y pienso, ¡de dónde salió todo esto! Es al chancho, al chancho, al chancho, el personaje es al chancho y todo es como súper cachondo y es ultra sexual. Yo creo que está instalado en una especie de arquetipo vengativo, pero vengativo justiciero, pero transcurre en el mundo de la tele, transcurre en mi mundo, en el mundo del poder, donde se cuecen las habas y creo que construí un personaje que tal vez me gustaría…no sé, es lo que uno necesita cuando quiere reiniciarse.

A.B: Cómo es tu relación, por ejemplo, con el humor de Krámer; que tiene que ver con la imitación y con algo que es mucho más inmediato, que tiene que ver con el acontecer nacional, versus, por ejemplo, tu participación en Plan Z, que está siendo rescatado ahora, vía youtube, 10 años después de su transmisión en  TV.

V.M: Mira, yo siento mucho respeto por la imitación, pero no me gusta, nunca me gustó. Una sola vez tuve que hacer imitación, que fue cuando estuve en el show de Tinelli, que me tocó hacer la imitación de Madonna y de Nacha Guevara. Y lo hice porque tuve que hacerlo, me pasaba todo el día bailando, entonces mi lado vedette estaba súper desarrollado, vos cachay que yo soy bisnieta de una vedette que se llamaba Josefina, (que no era ni conocida ni nada), entonces estaba desatada. La imitación es entretenida, porque es súper política, es más viral, pero a mi no me gusta mucho hacerla… la verdad es que no me gusta nada. Me da lata estudiar esa parte y finalmente tienes que tomar decisiones políticas si o si. Yo prefiero ser más ignorante con respecto al peso político que tienen las cosas que hago. Me divierte incluso tocar puntos que yo misma no tengo muy claro qué significan políticamente y ver qué pasa. Eso es lo que más me entretiene en mi pequeño Maquiavelo interno. Como que me encanta decir algo que es medio enredoso, y que dice de todo y esperar entonces, a ver qué leen. Pero me parece genial que hagan imitaciones.
Y respecto de que nos riamos los chilenos 10 años después, si el plan  Z está siendo rescatado ahora, que en su tiempo nos pagaban 500 lukas con raja, es como… ¿sabís qué?, es un buen síntoma en definitiva. O sea, yo tampoco me quedé en Tinelli cuando estaba ganando 10 mil dólares y me pagaban 2000 dólares por ir detrás de una barra a tomarme un cóktail ¿cachay? me fui de esa güeá. Debería haberme quedado en la industrialización de mi propia persona y no quise, me hizo mal, hay algo ahí que no. Hay algo ahí de alienarse en un estar, que es de donde se sacan muchas lukas que a mi como que no, hago así como pescado, me jabono y salgo. Por ejemplo, ahora que estrené Pelotudos, el psicólogo me decía, pero ¡cómo usted va a estrenar una obra que se llame así! piense en las figuras femeninas de la televisión, Tonka Tómisic, Diana Bolocco, Sole Onetto, usted, lo que necesita es popularizarse y yo: si, si, está bien, está bien, está bien. Y me decía: ¿cómo va a salir usted con un título tan agresivo? Y resulta que la cuestión resultó todo un éxito!!, llevo un año viviendo de eso y después, me doy cuenta de que con el tiempo, decir pelotudo no es tan terrible como decir “un saco de güeás” .
Y lo rico del teatro, y por eso me gusta estar ahí hoy, es porque es la única trinchera que funciona realmente. La tele definitivamente no lo es, y lo que es peor, la tele hace sentir que son rupturistas güeás que no lo son, cosas que son ultra reafirmadoras del modelo aspiracional, o sea, figuras femeninas que las hacen aparecer así como: Oh! que valiente, porque es deslenguada, aparecen personajes que dicen: yo digo las cosas como son y uno dice: esta señora, que justifica las violaciones a los derechos humanos, tal vez las sigue apoyando, que representa el querer irse a Miami, a comprar al shopping ¿es la que dice las cosas como son? O sea hello! todo el rato, pero esas figuras ¿venden o nos las venden como un ideal?… mira, justo ayer le decía a una amiga periodista, muy picá, porque ella me decía ay! la gente critica porque tal artista gana 17 millones y ella me decía que 17 millones no es tanto y lo que yo le decía es que no es terrible eso sino que las figuras de la tele están construidas por un poder. Yo no sé si la gente de la tele piensan en el tipo que no tiene cable y que, entonces está navegando entre puras figuras aprobadas por el stablishment! no tiene alternativas.



Escrito Angela Barraza Risso

Angela Barraza Risso (1984). Escritora, editora y entrevistadora. Es encargada de prensa en la Cofederación Minera de Chile (CONFEMIN) y editora de prensa y entrevistas en Fisura.cl y LecturasCiudadanas.cl. En 2011 publicó el libro CHILE. Junto con Arturo LedeZma es creadora de los proyectos Editorial FUGA y del ciclo literario Los Desconocidos de Siempre (LDdS)
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