No puedo escribir.
Me duele el corazón craquelado que tengo
me duele la voz interna, ronca por el tabaco en los oídos
me duelen las manos de frío y los ojos
con el brillo de la pantalla
me duele la guata por el hambre con el que paga la escritura
y no puedo escribir.
No puedo escribir del amor y esto es amor
esto es locura, las letras, los fonemas son la muerte y afuera
el perro ladra, me tortura
la ausencia de conceptos en los ruidos
que son distintos del habla.
Me tortura Dora la exploradora en su tonito universal
enseñándole a mi hijo que debe
cepillarse los dientes y la detesto en la norma.
No puedo escribir
no puedo escribir de la casa y esta es mi casa, una hoja
blanca y un teclado QWERTY en una netbook de mierda que a penas
me alcanza para poner las manos, no puedo escribir porque mi casa
es un mausoleo blanco y frío con un comedor y unos sillones horrorosos
en donde duermen los poetas cuando bajan
por el sur hasta mi arrabal y yo
no puedo escribir.
No puedo escribir del barrio y esta es mi barriada
ustedes, mis amigos y verdugos son mi suburbio, la habitancia
por donde me desplazo
el pasaje por el que corro
mi peldaño para alzar el vuelo
sobre esta ciudad maraca en la que una vez dormí.
Anoche soñé con una ciudad deshabitada y con una ballena que colgaba
de un carro de pescados, en una feria libre.
Colgaba ahí sola la enorme ballena y me decía que la ciudad se había devastado
porque todos habían salido arrancando del mar.
En la ciudad no había comida por ninguna parte y, mientras la ballena agonizaba
le pedía yo permiso para comérmela y con el gesto
más grande de amor que se haya visto nunca
me decía que sacara de su estómago la comida
más deliciosa y abría mi cuchillo y entonces dibujaba un 7 sobre su panza
y sacaba sus entrañas con una destreza carnicera
y al comer sucedía Santiago entero nuevamente
con oficinistas y ambulantes
con lanzas, pitucos, los pacos, lejos de mi sueño
y no puedo escribir.
No puedo escribir del sueño ni de la Patria, porque esta es mi patria feroz
que me acorrala y me niega.
No puedo escribir porque no tengo salud
ni previsión ni vivienda
no puedo escribir porque no tengo trabajo
no puedo escribir porque estamos afuera.
El día que nos vinieron a censar estábamos follando en casa
por eso no abrimos la puerta y nunca más volvieron.
Nos quedamos fuera de las estadísticas por el amor
y desde el amor es que seguimos siendo el margen de error y la resistencia
y por la resistencia es que no puedo escribir.
No puedo escribir de Piñera payaso hijo de puta
equivocándose hasta el cansancio
ignorante de mierda, fascista culiao no me deja escribir
no me deja escribir la rabia que le tengo a Hinzpéter
mientras me lo imagino los viernes en su casa
cenando para celebrar el Sabbat
mientras mastica leyes horrorosas como la del fortalecimiento del orden público
no me dejan escribir las bombas lacrimógenas que traigo pegadas a la piel
no me dejan escribir los fantasmas de Chile
no me deja escribir la mortaja que tenemos por bandera y su silencio.
Nada tiene que ver el dolor con el dolor
Nada tiene que ver el amor con el amor
Nada tiene que ver con ninguna gueá en verdad
por eso es que no puedo escribir.
Estamos tan enajenados como el canuto que se pone a gritar en la esquina
enajenados como ese hombre que no alcanza a vislumbrar que gritando gloria a dios
en un paradero de colectivos no tiene audiencia
para dios ni para gloria, porque dios no creyó ni creerá jamás en él sino que prefiere
depositar su fe en un montón de personas tristes y chatas
que no se atreven a decirle al hombre que grita que se vaya a la mierda
porque están demasiado temerosos, porque están demasiado cansados.
Estamos tan enajenados que escuchamos este verso
y los ocho versos finales de este poema
que no se puede escribir, porque no puedo escribir
y ni ustedes ni yo tampoco tenemos el valor
ni la fuerza ni las ganas para mandarnos a la mierda.
O para decirnos que nos queremos tanto
bajo otro pretexto que no sea la escritura
y yo,
yo les juro que no puedo escribir.
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