Estoy feliz, hoy en la mañana me he conectado y me encuentro con mi primera reseña formal, e individual a mi librito. Con ella, también se abrió mi archivo en letras.s5 y eso es como ser parte del club jajajajaja de esa secta terrible que es la literatura chilensis y sus reconocimientos divertidos.
Con esto no quiero decir nada en cuanto a la fabulosa pega de Lucho, que ha levantado un registro maravilloso de poetas de américa latina, sino de cómo nos vemos, nos miramos, comparamos y reconocemos, por ejemplo, la arrogancia con que hablan algunos de que se ganaron una beca de creación, y cuando una dice que también la ganó, pues el tono de habla muta y se transforma, del "puta que soy bakán" al puta, vos me entiendes, nosotros que somos bakanes... Lo mismo sucede con la beca de la Fundación Neruda, y tantos otros.
Yo me pregunto, será igual en otros países? XD
Igual es como tiernito eso de nosotros. Más tiernita yo, por estar contenta.
También estoy feliz de que fuera Willy el primero en hablar del libro. Todo un honor.
Y bueno, los dejo con la reseña.
Por Willy Gómez Migliaro
Este año, las lecturas de Zurita, monumental
obra de Raúl Zurita y Chile de Ángela Barraza, la poesía
chilena reafirma sus compromisos sociales, y uno sigue pensando que las
escrituras de Pablo de Rokha, Gonzalo Rojas, Jorge Teillier, Enrique Linh y los
ya mencionados, siguen siendo una experiencia en movimiento desde una oscura
destrucción o barra nocturna de las conversaciones. Siguen arrasando todo
vestigio retrógrado, conservador y recalcitrante. Hay en ellas –sus escrituras-
una re-invensión de los procesos del lenguaje que sostienen el ritmo de nuestra
política interior en toda la extensión de la palabra. La poesía chilena sigue
siendo una bomba de tiempo.
Y desde ese extraño horizonte, Ángela ha construido Chile,
su primera obra que deviene en campos alzados a través de re-construcciones de
una memoria franca y abierta. Un canto nacional que no repite ningún discurso
de tono político, aparatoso o teatral, un compromiso, más bien, con la verdad. Chile es
un acto en el que el propio sujeto enunciante y poético tapa las tumbas, cura
heridas, restituye los nombres propios de un país, y toma partido,
finalmente, por una vida nueva.
El sujeto poético en Chile va de la
experiencia de la muerte en la memoria al arribo de las inhabilidades del yo,
así como del silencio contrariado de la historia chilena a la extensión de un
discurso impersonal, o mejor dicho, de nadie.
Ángela Barraza se empecina en de-velar-se: “Este es mi país
personal / entro en el libro y las fotografías / entran conmigo”, y en esa
patria de su cuerpo indivisible empieza y se abre a su propia captura para
iniciar la épica de las desapariciones, de la despedida y del reconocimiento de
otro cuerpo.
El horror de no ser nosotros los que construimos la patria,
paraliza a la voz poética y le permite reflexionar: “la forma de Chile es la
del poema más triste que se haya escrito nunca yo adentro de Chile no soy más
que un adverbio de tiempo repitiendo nunca más nunca más nunca más”
Y es que Ángela anuncia el temor del estigma, de estar marcados por un ser del
horror (“Nosotros tenemos / a Pinochet”) y nos hace conocer otros procesos de
ejecución donde el lenguaje se desplaza para deshacerse en su propio discurso:
“Mis discursos jamás existieron” Y aquí está quizá, el centro de Chile,
el disimulo como destrucción de un país que jamás construimos. Entonces
interactúa el cuerpo y sus múltiples golpes para matar a la bestia de Pinochet
que es pensamiento y acción colectiva: “Y lanzarla contra algo que fuese /
realmente mía”. Se abre, entonces, lo que ha dolido a otros y no pudieron pronunciar
la marca, pero esta voz enunciante de Chile, re-conoce y nombra.
Así en su recorrido de las inhabilidades, la voz (otra voz)
enfrenta su relación con el padre: “Papá, explícame por qué no te mataron, dime
/ por qué tú no estás muerto dime / dónde estabas tú, en qué casa cubierto dime
/ qué pasaba por tu cabeza cuando veías la sangre correr por las / calles y
murallas de esta república” Y este es el “héroe” o el antihéroe, el
cobarde, una enfermedad más de la época del miedo cuando callar o mentir era la
opción; pero rápidamente (y aquí el dominio del tiempo es una sutileza en la
construcción de Chile), lo contrapone con su héroe verdadero
Rodrigo Rojas de Neri, un canto poderoso de aprendizaje de la limpieza donde
zafa del silencio a la confrontación: “Se desgasta Chile como lacre Rodrigo”;
de la denuncia a la reflexión: “Yo también tengo fe en Chile y su destino”.
La repetición de los tiempos en la construcción de la
estructura de Chile, vuelve a ser otra en la sucesión de voces. Las
identidades múltiples en esta obra, no son sino idealizaciones de lo que no
fuimos o de lo que hubiésemos querido ser para confrontar realidades: “Soy
Carlos Contreras Maluje /avísenle a mi mamá en Concepción / y avisen que estoy
muerto /gritaba en Nataniel un hombre su sentencia / a los paseantes / y
envilecido por la mañana / no conoció de la misericordia en este Santiago /
rotundo, que nada quería saber / de flagelaciones y tortura”. Y aquí está clara
la marca ficcional de Chile, cuando el sujeto enunciante
reflexiona: “Incluso aquellos que ficcionamos / los que hemos creado, no a
punta de fusil / sino a punta de sentirnos tan solos /tan impotentes, tan
faltos de consecuencia / pues si pensamos / hasta las fabulaciones son un
tiempo que nos falta”, pero esta marca ficcional es una atmósfera en toda la
obra, porque no sabemos o no sabe (la autora?) cuánto del horror se calló en
Chile que ya es difícil recordar. Y en la misma sucesión del tiempo construido,
la voz de Chile vuelve a recordar a los que solían esconderse
de la persecución de la dictadura. Seres que explican sus propias cárceles, sus
silencios.
El campo de la fabulación en Chile se abre
para narrarnos una dialéctica de la patria interior en una consecución musical
que el lenguaje va marcando a medida que avanza su construcción y su
destrucción: “Por eso es que insistimos tanto / por eso / es que nombramos
tanto a Chile /de manera personal y repetimos Chile / para que pierda el
sentido o mude de piel. / Avanzo”
“Salgo del libro / y las fotografías se van conmigo”, nos
dice la voz poética, y entonces, ese aluvión musical del lenguaje con que
resuena Chile en la re-construcción de la memoria, parte las
culpas y el miedo, y se enfrenta a la desilusión de la patria que está
in-completa para enunciar las verdades que no se dijeron o que no nos dijeron,
y que las advertimos, en estos tiempos, al tomar partido por la dignidad y la
vida nueva que deseamos construir.
En Chile, el sujeto de los cantos, se reinventa
para recordar, parar, seguir, pensar, decir, buscarse, no poder, volverse a
recordar, fabular y cerrar; todo un tiempo cíclico de confrontaciones y
contradicciones la de esta voz cuyo canto dialéctico es una epifanía en el
panorama de la poesía chilena.
Chile está escrito desde la coyuntura –dirán-
pero deja limpio los caminos de la decisión y el acto. Chile es
la pretensión de una joven poeta, pero ilusiona saber ahí las escrituras, los
campos nuevos y la transición.
Ángela Barraza ha edificado una obra necesaria como no se ha
escrito en estos últimos tiempos en Chile y Latinoamérica; lenguaje rotundo y
musical que carga consigo nuestras insanas experiencias hacia un compromiso
verdadero.
Bar Queirolo, Centro de Lima – noviembre 2011
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